Hace unos días atrás nos preguntaba Jesús Vega ¿qué va a suceder cuando tu jefe sea un robot?
Y en principio esta “provocadora reflexión” en un ámbito de recursos humanos
pudo resultar un tanto soñadora y hasta risueña, pero yo creo que no lo es. ¿Y
por qué digo que no? Porque la verdadera transformación digital y la robótica
avanzan cada día más, mezclándose como agua en la arena de manera silenciosa en
diferentes oficios y sectores. Nos sorprenderán a cada instante, en los
próximos días, semanas, meses y años. Y esto nos desconcertará, luego lo
aceptaremos, después aprenderemos, y finalmente nos adaptaremos. Por lo tanto, el modelo de liderazgo que
hasta ayer estábamos acostumbrados, quedará sesgado a una sola palabra, a una
sola función y ocupación: la inspiración.
Pensar que hace casi 30 años, cuando me enfrentaba a mis
primeros debates sobre mi futuro, la dualidad artística (en mi caso musical) y
la veta profesional jugaban entre sí un duelo de titanes. Ambas eran capaces de
arrollar y destronar a su contrincante sin miramientos: en un rincón la
creatividad inspiracional y en el otro la profesión. ¿Quién hubiera pensado
después de tanta “lucha” interior, intelectual y familiar, que esos dos polos
hasta ayer enfrentados se entrelazarían, se abrazarían y necesitarían mutuamente para enfrentar esta nueva era?
Al nuevo líder o manager,
como al artista, se le presentan desafíos de inspiración y de creación. Y esa
inspiración y creatividad tienen sus ritmos, sus compases, sus silencios. Y un
“público” al que cautivar. No todos los días son buenos para ello, ni todos
los proyectos nos atrapan y garantizan el éxito o convencen a los demás, Además
sabiendo que la innovación es parte del primer acierto. Esa nueva competencia, la
de inspirar generando asimismo espacios creativos, es la que el nuevo mundo de
la empresa nos plantea como un gran desafío dentro de los cambios
organizacionales a considerar. Porque su
única y exclusiva responsabilidad será inspirar a los demás, y el control y la
gestión dejarán de ser parte de su misión. El liderazgo inspiracional, creativo
y colaborativo se suma de esta forma a la nueva cuenta de resultados como una
variable inexcusable.
El líder carismático de House y Baetz (1979), el líder transformacional de Burns (1978), y el líder auténtico de Avolio y Luthans (2003) ya nos anticipaban ese nuevo modelo de liderazgo donde las habilidades y capacidades comenzaban a transformarse en sintonía con los grandes cambios socioculturales y económicos. El liderazgo comienza a entender que su principal misión es la persona, y que por pensar en la persona no está alejándose del negocio, sino más bien todo lo contrario. Hoy por suerte el preconcepto sobre “el invertir en personas es un gasto innecesario”, comienza a dar cierta vergüenza ajena en los pasillos de las empresas.
El líder carismático de House y Baetz (1979), el líder transformacional de Burns (1978), y el líder auténtico de Avolio y Luthans (2003) ya nos anticipaban ese nuevo modelo de liderazgo donde las habilidades y capacidades comenzaban a transformarse en sintonía con los grandes cambios socioculturales y económicos. El liderazgo comienza a entender que su principal misión es la persona, y que por pensar en la persona no está alejándose del negocio, sino más bien todo lo contrario. Hoy por suerte el preconcepto sobre “el invertir en personas es un gasto innecesario”, comienza a dar cierta vergüenza ajena en los pasillos de las empresas.
Hay personas que cuando se cruzan en nuestro camino nos
inspiran. Su presencia nos abre la mirada a otra forma de ver, su ejemplo nos
da la esperanza de que el cambio positivo es posible y sus palabras nos dan
fuerzas para no tirar la toalla. En esos momentos, esa persona se ha convertido
en una fuente de inspiración que despierta nuestra creatividad para ser quienes
realmente somos y para atrevernos a decidir, hablar y actuar. Dejamos de ser
víctimas de nuestras circunstancias y pasamos a ser responsables y creadores de
nuestra realidad.
La nueva responsabilidad de los líderes organizativos es la
de generar culturas en las que los miembros puedan explorar, experimentar,
ampliar sus capacidades, improvisar y adelantarse a las necesidades de los
clientes antes de que las formulen. A estas culturas se les denomina con
frecuencia "culturas de aprendizaje apreciativo". El esfuerzo de
innovación exige un tipo de aprendizaje diferente que no sea un mero adaptarse
a los retos y resolver problemas. Y para ello hay que crear el marco adecuado,
hay que crear los espacios necesarios para que todo eso se produzca. No podemos
pretender que todo cambie si no somos capaces de cambiar nosotros mismos. Inspirar también es cambiar, para cambiar.
El arte del nuevo liderazgo está lleno de inspiración, de
mucho esfuerzo y trabajo, de sentido común y de gran valentía. En una charla a
directivos la Madre Teresa de Calcuta dijo: “Si
no conocéis profundamente a vuestra gente no habrá entendimiento entre
vosotros, y sin entendimiento no habrá confianza. ¿Amáis a vuestra gente? ¿Hay
amor en lo que hacéis? Si no hay amor en vosotros no habrá poder ni fortaleza
en vuestra gente. Si no hay fortaleza no hay pasión. Sin fortaleza ni pasión
nadie se arriesgará. Y sin asumir riesgos nada cambiará".
DIEGO LARREA
Twitter: @larreadiego
Linkedin: es.linkedin.com/in/diegolarrea/