La victoria de los perdedores

Dice sabiamente en su último libro Humberto Eco que “los perdedores y los autodidactas saben más que los ganadores” y que “el placer de la erudición está reservado a los perdedores”. Si ponemos la palabra éxito en el buscador de nuestro navegador, nos aparecen tantos libros, vídeos, frases, imágenes, teorías, debates, etc, que no nos alcanzaría una semana de nuestra vida en poder compilarlas. Estamos educados socialmente, incluso laboralmente, a mirar casos de éxito en nuestro entorno, para poder copiarlos y así obtener los mismos resultados. 

En una charla que he asistido hace unos años un famoso ponente repetía sin cesar, ante un auditorio entregado a  sus palabras, que dejasen de perder su tiempo y miren solamente los éxitos que ya se han logrado y copien, copien y vuelvan a copiar a los exitosos. Todos compraron esa frase aparentemente efectiva y maravillosa pero tan vacía de inspiración, de pasión y de innovación, que lógicamente se desmanteló con el correr de los días y de la realidad. Somos más que un escáner y que una cámara de fotos, podemos asumir riesgos, podemos renovar, mejorar, crear, descubrir, inventar, perfeccionar, reformar y progresar.

¿Y si nos animamos a revertir las teorías juntos, tu y yo, diseñando la estrategia de la vitoria de los perdedores?. Comencemos por cambiar las reglas del juego, pongamos como condición sine qua non que en cada carta de presentación, en cada comienzo de cada gran historia, en cada anécdota, en cada entrevista laboral, en cada charla que podamos tener, tengamos siempre a mano al menos un momento dedicado a nuestra más “grata” derrota.

Seguramente nos digan que buscamos ver en los rincones más oscuros, que no somos optimistas, que miramos el vaso medio vacío, pero en esta oportunidad no escuchemos, sigamos revolucionando los viejos parámetros y teorías del éxito, y demostremos poco a poco, que siendo capaces de construir desde la derrota, podemos lograr los mejores resultados, acompañados por una felicidad interior y colectiva inmejorable. 

¿Por qué? Por tres simples motivos: el primero, porque alguna vez lo hemos intentado y dijimos adiós a los “hubieras” aunque el resultado fuese adverso y la caída muy dura; el segundo, que tenemos una capacidad de reinventarnos e ilusionarnos que da testimonio de nuestra valía, el aprendizaje de la reinvención no tiene precio; y el tercero, tener la autoridad para poder decir bien fuerte “yo lo hice de otra manera y no me funcionó por eso hoy estoy aquí”. A ello llamamos el cenit del éxito, el punto más alto en nuestro cielo con relación al observador, siendo los dueños del placer de la erudición, con las oportunidades, casualidades y causalidades en nuestra mano, bien aferradas.  Oportunidades para mejorar, y ver todos aquellos aspectos que hasta ese momento no nos habíamos parado a pensar, y que pueden constituir una mejora personal considerable. Es así como, podemos convertir ese proceso aparentemente negativo en uno positivo, ayudándonos en nuestro entrenamiento y mejora continua.

Y por último, y también como parte de nuestra teoría y como modelo de aprendizaje y reinvención y de poner en valor la derrota, debemos ser capaces de entender que la tecnología cambia y nos cambia, la sociedad cambia y nos cambia, la economía cambia y nos cambia, porque cambia el cómo, dónde y el cuándo, y nadie ni nada nos preguntará nuestro parecer. Donde ayer éramos reyes hoy podemos ser plebeyos; donde la vida nos sonreía hoy puede ser un mar de lagrimas; donde antes nos aplaudían hoy es un teatro vacío, porque la vida es un ciclo, una rueda interminable de aciertos y desaciertos, de justicias e injusticias, de curvas y contracurvas, y lo único importante que permanecerá a pesar de todo ello es la convicción en nosotros mismos, en nuestra capacidad de ser auténticos, en la verdadera escucha y humildad, en la disposición para el aprendizaje continuo, en la capacidad de volver a demostrar y comenzar de nuevo, aunque ya lo hayamos dado todo, porque el verdadero talento comienza desde abajo, coleccionando heridas, sinsabores, lágrimas, reveses, traiciones y fracasos, y como decía nuestro eterno Jorge Luis Borges: “La derrota tiene una dignidad que la victoria no conoce”.

DIEGO LARREA
Twitter: @larreadiego