Hoy el concepto de atención al cliente está tan metido en
nuestras venas, tan institucionalizado, tan formalizado, hay tantas
formaciones, vídeos, frases, mensajes, que fuimos perdiendo lentamente la
dimensión humana de este concepto, colocándolo en un precioso cartel institucional
sin muchas veces percibirlo como una de las herramientas más importantes que
tiene una empresa o institución para mostrarse tal cuál es y mostrar sus valores
de una manera tangible. Este concepto basado primariamente en una necesidad
reclama naturalmente el complemento perdido, que es la respuesta y por ende la
solución. Entendiendo siempre que la necesidad no nace desde la torpeza o tozudez
del reclamante, sino desde una situación de orfandad originada en mil razones
que no siempre estamos preparados para descubrirlas.
La atención al cliente está tan cerca de la responsabilidad
social que somos incapaces de ver su correlación y aunque somos capaces de
explicar las mejores técnicas, las últimas tendencias, quedamos al desnudo ante
la ineptitud de transmitir el valor de la colaboración como una de las
principales herramientas del éxito en el servicio hacia el otro.
Permanentemente insisto en la figura del otro como el mejor escenario de
análisis, ya que de esta forma podremos descubrirnos a nosotros mismos y llegar
a las respuestas de una manera más auténtica.
¿Cuántas veces sentimos la falta de empatía del otro? ¿Cuántas
veces nos hemos desesperado al tratar de explicar de la manera más clara las
cosas una y cinco veces más? ¿Cuántas veces nuestros “instintos más salvajes”
comienzan a despertarse ante el sentimiento burlesco que transmite el otro ante
nuestro caso planteado?. Si detrás de ese call center, detrás de ese mostrador,
detrás de ese uniforme, detrás de ese cristal, hay una persona que al llegar a
casa tiene los mismos problemas, las mismas dudas, tristezas y alegrías que nosotros
¿por qué nos cuesta a veces aplicar nuestra inteligencia emocional? Como
decíamos en “Tus zapatos me aprietan”: “La característica esencial de una persona
inteligente, es su capacidad para entender las emociones de los demás. El otro
nos enfrenta a nuestro propio espejo, con lo bueno y lo malo. Lo importante es
tener la capacidad, talento y humildad para escucharnos por su propia boca,
mirarnos por sus propios ojos, oírnos por su propio oído y sobre todo caminar
con sus propios zapatos aunque nos apriete y nos trastabillemos al comenzar a
andar”.
El armario de las excusas abre sus puertas bruscamente
abarrotado de seudo teorías que colocamos de manera desordenada, cuando
pensamos que el cliente es siempre el otro (hasta que nos toca a nosotros) o
bien cuando creemos que nuestro trabajo no tiene un cliente concreto. Si no identificamos esto será muy difícil que
podamos comprender nuestro propio oficio, su por qué, ya que todo lo que
hacemos en esta vida está relacionado directa o indirectamente con “el otro”, y
el puente para llegar a él.
Atención: el cliente soy yo, eres tú, es él, son ellos,
somos nosotros. El verdadero gen de la atención y servicio cliente está
relacionado directamente con el espíritu colaborativo. La imagen de marca se
transforma en sostenible cuando somos capaces de llevar ese mismo espíritu
interno también con los clientes. La empatía solidaria en los negocios abre el
espacio perfecto para establecer una relación exitosa. Pero no pretendamos que
nuestros equipos establezcan esa relación ganadora si ellos no perciben lo
mismo dentro de su propia organización. Y como decía el proverbio africano: “Si
quieres ir rápido, ve solo. Si quieres llegar lejos, ve acompañado”.