La mirada del entrenador en ese preciso momento tan especial
del partido, la mirada de una madre cuando el niño se aleja en su primer día de
clase, la mirada de un amigo cuando hemos cumplido lo acordado, la mirada de tu
pareja cuando las cosas no están saliendo como pensabas. Son las miradas de la
confianza, aquellas que se transforman en un motor de energía, de ánimo, de
seguridad, de fortaleza y de convicción en el momento preciso, cuando menos lo
esperábamos o cuando más lo deseábamos.
Dentro de nuestro ámbito laboral, por supuesto que nuestra necesidad básica a satisfacer es tener un ingreso que nos permita vivir y pagar nuestras cuentas. Pero una vez superada esta instancia, un aspecto o valor que emerge con fuerza y relevancia, actuando como dinamizador y catalizador de las personas, es el valor de la confianza. ¿Y en qué consiste esa confianza? En que, cada uno de nosotros, desde su puesto o función en la organización, sea respetado y apreciado por sus ideas y opiniones; podernos sentir una pieza importante dentro de un equipo; nos incluyan en las decisiones que afecten nuestro trabajo y nuestra posición dentro de la compañía; nos permitan hacer aportes de mejoras; que recibamos apoyo aun cuando cometamos un error; y que nos brinden oportunidades para formarnos, desarrollarnos y avanzar.
El impacto de la confianza también es medible, ya que las
investigaciones indican que los empleados son 5 veces más propensos a sentirse
más valorados cuando se trabaja en una cultura de confianza y reconocimiento, y
7 veces más dados a recomendar a la organización como un lugar para que otros
trabajen o hagan negocios. Además, es 7 veces más probable que los empleados
quieran permanecer en ella y 11 veces más probable que sus empleados estén
comprometidos con el éxito de la misma. Para crear una cultura como esta, la
compañía debe concienciar a todos sus managers de la importancia de la
confianza y el reconocimiento a sus equipos, dentro de sus valores aplicados en
el día a día.
Todos necesitamos confianza, todos necesitamos (aunque lo
neguemos) que crean en nosotros, en lo que somos, en nuestras posibilidades.
Todos necesitamos ser escuchados de verdad, sin prejuicios ni percepciones
infundadas, todos merecemos un escenario donde dar lo mejor de nosotros, donde
podamos equivocarnos, podamos aprender, consolidar, replantear, innovar, en
definitiva: donde podamos ser nosotros mismos. Y luego, evidentemente, tener la
suficiente humildad para saber recibir el feedback sobre lo realizado, y ser
capaces de aprovechar ese instante como si fuera el último.
A veces esparcimos frases tan lapidarias como “no me provoca
confianza” o al revés, guiándonos estrictamente por nuestro filtro sensorial
como una ciencia exacta, gobernados consciente o inconscientemente por nuestros
miedos e inseguridades. Estamos tan lejos de la persona y lo sabemos, y no
hacemos nada por abrir la puerta del verdadero conocimiento. Y estos vaivenes
de nuestra propia incapacidad, nos pueden convertir en grandes frenos para el
otro y por ende para nosotros mismos.
Mirando por un lado u otro, el cristal de la confianza es
delgado, sensible, casi imperceptible, tanto es así que muchas veces creemos
que no existe y nos golpeamos fuertemente contra él, y otras veces llegamos a
resquebrajarlo o hasta incluso romperlo. Y luego podemos pegarlo juntando cada
trocito esparcido en el suelo e intentar unir cada pieza, pero, aunque el
trabajo haya sido un éxito, si miramos con detenimiento el cristal,
definitivamente está roto. Solo el verdadero convencimiento por renovar la
confianza (o abrir su puerta) hará que cambiemos el viejo cristal por uno
nuevo, pero esa decisión debe estar basada en cimientos verdaderamente
profundos, creíbles y trasparentes, que harán de esa nueva etapa una
oportunidad conjunta.
No hay éxito sin confianza. Cuestionar permanentemente, de una manera o de otra, la capacidad del otro puede llegar a ser un factor altamente destructivo y un búmeran, que tarde o temprano, caerá sobre nuestra credibilidad.
Y como decía Ernest Hemingway: la mejor forma de averiguar si podemos confiar en alguien es confiar en él.
DIEGO LARREA
Twitter: @larreadiego