No se hace oír más el que más grita, no
se hace entender más el que más habla, no se hace respetar más el que más se
impone, no se hace ver más el que más se muestra. Quienes reciben los mayores
reconocimientos por sus talentos lo hacen precisamente porque no buscan
reconocimiento alguno y tiene paciencia, pero su mayor virtud no siempre
valorada es que trabajan en la sombra. Una sombra que muchas veces también
suele jugarles una mala pasada y los relegan de las oportunidades, porque en
este mundo de ruidos, emoticonos y memes sobresalen a veces los que más alzan
la voz, los que más hacen ruido al andar o los que se esfuerzan por pertenecer
al "Club de los Elegidos".
Hay que reconocerles
sin embargo a estos últimos una "gran" habilidad (y lo de
"gran" léase bien entre comillas) que es lo que llamamos comúnmente
entre los mortales: "saber venderse muy bien". ¿En qué consiste? Están
en el sitio indicado, sonríen en el momento oportuno, dicen sí con la cabeza
mientras les hablan, jamás provocarán una corriente díscola a la que
corresponde, hablan con quienes tienen que hablar y procuran ser vistos por quienes tienen que
verlos.
Pero más allá de esa
búsqueda por la aceptación, los que caminan por la "sombra del
talento" tienen muy claro que la humildad no es un concepto ni una
postura, sino que es una conducta, un modo de ser, un modo de vida. La humildad es una de las virtudes más
nobles del espíritu. Los seres que carecen de humildad, carecen de la base
esencial para un seguro progreso. La humildad es signo de fortaleza. Ser
humilde no significa ser débil y ser soberbio no significa ser fuerte, aunque
muchas veces parezca lo contrario.
La humildad es el más sublime de todos
los talentos admirables. Talento sin humildad no es talento. Y el talento sin
generosidad desaparece como arena entre las manos. La humildad nos hace
tolerantes, pacientes y comprensivos con el otro. Y es allí donde nuestro
talento se engrandece, se dignifica, se hace real siendo casi imperceptible, influye,
se convierte en perdurable a pesar de las dificultades, y es reflejo y ayuda
para los demás. Los que viven su talento en silencio, lo destinan al beneficio
y desarrollo del grupo y de la organización, dejando en segundo lugar su ego.
También la sencillez
es una forma de humildad y la sencillez es una señal de la verdadera grandeza.
Cada vez que nos encontramoscara a cara con nuestros equipos, parejas,
compañeros de trabajo, con nuestros hijos ¿qué rol asumimos? ¿Por qué
necesitamos a veces cambiar nuestra esencia dependiendo de quienes están
enfrente? Y hablo del por qué cambiamos la esencia, no la estrategia.
En la competencia
vertiginosa no vale todo. Y las reglas del juego no la ponen los demás, las
ponemos nosotros desde cada rincón que nos toque actuar. Como responsables de
equipos, de familia, de grupos, tenemos que ser capaces de detectar aquello que
otros no detectan, tenemos la gran responsabilidad de liderar la buena
captación del talento en su naturaleza primaria. Y para ello debemos estar alejados
de prejuicios, de preconceptos, de medidas de afinidad al uso, y poder abrir
las puertas de las oportunidades a aquellos que también desde la oscuridad,
desde su peor imagen marketiniana, desde los vacíos donde ha sido recluido, han
sabido esperar con auténtica paciencia el momento de compartir la sombra de su
talento y han estado más cerca de la realidad y de las necesidades que muchos de
los que hasta hoy han “etiquetado”.
Si quieres que te sigan, ponte delante;
si quieres que te valoren ponte a su lado. Pero si quieres que nunca te
olviden, camina detrás.